Seguimos indagando en la maternidad de la mano de este relato, visto con retrospectiva. Poco a poco se le va dando a la maternidad la importancia que tiene y los padres y madres investigan cada vez más para hacer de este periodo un momento único en su vida. Con estos «trozos de vida» buscamos que no se idealice este periodo y cada uno sea capaz de vivirlo desde la realidad que nos toca vivir y siendo una etapa dura y llena de cambios que sepamos sacarle el mayor partido viviendo esta etapa con conciencia plena. Estando atentos y atentas a la culpabilidad y a las emociones negativas que surgen por no hacerlo perfecto, aunque si nos fijamos ¿dónde hay padres o madres perfectas?
Agradecemos una semana más a esta madre que ha querido abrir su corazón y experiencias para que de ello extraigamos cada uno sus reflexiones, gracias por compartir…
«Ser madre o padre es para siempre y no vienen con instrucciones bajo el brazo, pero todos aprendemos de la vida.
Había leído mucho sobre como actuar con la recién nacida. A la hora de amamantar a mi hija yo seguía las recomendaciones del pediatra, pero mi niña mamaba poquito y yo estaba preocupada, porque cuando la llevaba para algún control mi niña no cogía peso, poco a poco tuve que ir introduciendo leche artificial, porque a mi no me subía la leche, yo no tenía problemas para darle de mamar donde fuera, pero ni por esas. Me costó trabajo introducirle comida triturada, pero fue un alivio cuando comenzó a comer tropezones, eso era lo que ella quería, aunque no era glotona.
En aquella época por motivos laborales vivíamos en un pueblo, cuando llegamos, poco antes de que naciera mi hija, y me encontraba con las mujeres del pueblo no podía abrir la boca, porque cosa que dijera, que bueno, o que bonito, me llegaba al poco tiempo a casa.
Había un grupo de niñas que se ponían con un radio casete a bailar en la calle bajo la ventana de nuestra casa, un día las invité a subir, a partir de ese momento mi hija tuvo compañía por las tardes, allí no teníamos a ningún familiar, estaban todos en la capital; a los que visitábamos y algunas
veces venían a pasar unos días con nosotros a nuestra casa.
La consulta del médico la teníamos en los bajos de la casa y un día llevé a mi hija con mucha fiebre y el médico nos recibió fumando, entonces no existía una normativa antitabaco, pero sentido común tampoco, y la consulta estaba toda llena de humo y estuve poco tiempo allí porque me llevé a mi hija, llamé a su padre y vino a recogernos y nos fuimos a buscar un pediatra en otro pueblo cercano. Algunas noches de verano nos sentábamos en la calle junto al resto de mis vecinas y vecinos, una de mis vecinas también había sido abuela y su hija, desde entonces somos amigas, se venía algunas noches, y nos relataban como habían criado a sus hijos, ante algunos comentarios que hacíamos, sobre que otra vez hay que ir a comprar pañales, mi vecina contaba que ella lavaba a mano los pañales y las entremetidas y ella tuvo hasta mellizos. No había ni lavadoras, ni frigoríficos, la despensa era la fresquera y las conservas que hacían después de recoger las hortalizas, porque eso si allí todos tenían su huerto, gallinas ponedoras, conejos…
A los seis meses la vestimos de pastorcilla con un traje que le hizo una de sus tías, por Navidad, aún no hablaba , aunque ganas no le faltaban, le gustaba la música y se volvió loca al oído de la zambomba y tocando la pandereta.
A los dos años casi de mi niña, nació su hermano, era un tragoncete, ya no tenía leche estoy hablando de los cinco o seis meses y se enganchaba al pecho queriendo mamar, seguro que algo sacaba. Los bibi como el los llamaba nos los dejó hasta los tres años. Tuvo un problema de hiperreactividad bronquial que le duró hasta los cinco años. El pediatra que nos veía en el pueblo cercano al nuestro, lo derivo al servicio de neumología infantil en la capital y desde entonces los viajes entre el pueblo y la capital se hicieron más frecuentes, ya que veníamos al control del niño
sano para los dos, y otras para seguimiento del especialista de mi hijo.
Yo me quedaba con ellos en la ciudad en casa de los abuelos maternos o paternos, según en la casa que nos quedábamos esa semana, el abuelo me acompañaba a la consulta del pediatra. Así que el pediatra conoció a los abuelos de mis hijos. Las abuelas se quedaban preparando comida rica, rica.
Adoptamos un perro que al principio nos costó aceptar a las mujeres de la casa, porque a mi hija le daba miedo, pero luego se hicieron muy buenos amigos, al niño le permitía hacerle de todo pobre perro, se nos murió con tres años y fue un drama para toda la familia, abuelos y familia en general.
Se hizo querer. De aquella época recuerdo como alguna amiga de la ciudad me decía que era afortunada por estar criando a mis hijos, que ella no se lo podía permitir porque trabajaba.
Durante el tiempo que vivimos en el pueblo tuve la oportunidad de trabajar en una comunidad terapéutica que había a la entrada del pueblo, nosotros nos integramos muy bien, había una asociación cultural en la que estábamos y tenía una revista y yo fui la encargada de entrevistar al
personal de la comunidad terapéutica para dar una visión desde dentro, porque los vecinos del pueblo no estaban de acuerdo con que hubiera un centro de drogodependientes tan cerca y aprovechando la visita, me ofrecí para trabajar, al poco tiempo me llamaron. Trabajé algo más de un
año y pude conciliar mi actividad laboral y familiar, contratamos a una mujer del pueblo para que nos ayudara con los niños y la casa. Ya mi hija estaba escolarizada, caía de la cama al cole, lo teníamos justo enfrente. Allí durante los veranos ensayaba la banda municipal y mis hijos se aficionaron a la música unos años después,
Llegó la época de celebraciones de cumpleaños y eran poquitos niños y niñas a la celebración venían acompañados de algunas madres. Me comentaban que iban porque era de los pocos momentos que se los dedicaban a ellas y eso les permitía relacionarse con otras mujeres, algunas
trabajaban fuera del hogar y otra se dedicaban a la crianza y al cuidado de sus mayores. Yo les comentaba, que por mi encantada de recibirlas, así yo también me sentía acompañada y me podía relacionar con mujeres adultas. Mi casa, como he comentado anteriormente, era un lugar de visitas infantiles desde que nació mi hija y luego continuo con mi hijo. Una anécdota, de pequeño no decía ni papá ni mamá y estábamos preocupados y la primera palabra inteligible que dijo fue ordenador.
En la asociación cultural en la que estábamos había un grupo de teatro en el que hicimos algunos pinitos, padre, hija y madre, el pequeño se estrenó cuando nos fuimos a vivir a la capital, interpretando a Sancho Panza el fiel escudero de Don Quijote de la Mancha, eso si, hubo que ponerle una barriga postiza, pero el papel lo bordó, y no es pasión de madre, lo sé por los aplausos que recibieron. La mamá también tuvo su debut como cantante en un certamen que se celebraba por la zona, me llevé el segundo premio. Si tuve el valor de subirme a un escenario fue porque venia acompañada por mi tribu y los amigos de mis hijos que fueron los que me acompañaron al compás de sus palmas mientras yo defendía mi canción a la guitarra.
Pasamos la etapa de la niñez en ese lugar que guardamos en nuestro corazón, porque allí ganamos muchos amigos, algunos ya no están entre nosotros pero les llevamos muy dentro y nos fuimos a la capital, en realidad los que se vieron más afectados fueron nuestros hijos porque llegamos en verano a un piso en el que te asomabas al patio de vecinos y no había nadie todos estaban de vacaciones, mis hijos decían queremos irnos de vuelta a casa. No costó mucho que se adaptaran, primero porque tenían en la ciudad a toda la familia y además les apuntamos a un grupo de scouts. Cuando
comenzó el curso escolar mi hijo decía que ir a los scouts era como ir a la escuela que no quería, las actividades del grupo no siempre eran en contacto con la naturaleza, tenían actividades en el local para convivir y socializar y preparar actividades y salidas programadas a lo largo del año que finalizaban con el campamento de verano. En este último participábamos algunos padres y madres como equipo de apoyo durante el tiempo que duraba la acampada. Una zona que tuve la oportunidad de conocer fue la Sierra de Cazorla y Segura en varios años que el grupo fue de
acampada por esos parajes tan bellos y que guardo con cariño.
Ah, adquirimos otro perro de menor tamaño, era el perro de las abuelas, siempre que llegaban a casa se posaba en sus regazos. Pero el mosquito de la lesmaniosis acabó con el, a la edad de tres años.
Otro pequeño drama.
Durante este periodo aprendieron a tocar instrumentos, la afición les venia de oír a la banda de su pueblo, durante un tiempo tuvimos un pianista y una violinista en casa, apuntaban maneras, pero lo dejaron, mi hija me comentó que a ella lo que le gustaba en realidad eran los tambores, mi hijo
aún sigue levantando la tapa del piano alguna vez. También creamos con un grupo de amigos de la ciudad. Objetivo: compartir, recorrer los senderos de nuestra tierra y fomentar hábitos saludables entre la prole.
Adquirimos otro que perro que conocimos a la camada por internet, ¡que locura!, y fuimos a por el a más de doscientos kilómetros, este desapareció a los tres años y nunca lo encontramos. Seguimos pensando que habrá sido de el.
Luego vino una etapa un poco más difícil para todos durante la adolescencia papá y mamá deciden separarse, fue duro para todos, pero todo transcurrió, en silencio, de un modo civilizado y de mutuo
acuerdo, y en ningún momento nuestros hijos fueron moneda de cambio. En ese momento sentí el dolor que le pudimos ocasionar, y ahora después de tanto tiempo les pido perdón. Pero insisto los hijos no son responsables de las desavenencias de los padres, es por ello que a lo largo de estos años
hemos procurado mantener una comunicación por el bien de nuestros hijos y hemos seguido siendo padre y madre, lo cual le agradecí hace un tiempo, el hecho de haber sido padres de tan bellos hijos.
Se quedaron en el hogar familiar conmigo, pero veían a su padre siempre que querían, la época de la adolescencia fue un poco complicada, yo trabajaba fuera de mi ciudad y aunque ellos tenían ya cierta autonomía, creo que algún malestar por la situación que estábamos viviendo manifestaron a través de su comportamiento.
Ya de mayores hemos recordado algunos momentos y me relataban cuando les preparaba el bocata para el colegio les cambiaba los ingredientes de sus bocadillos, o les ponía siempre de lo mismo, que vergüenza. Y que era algo pegona, apuntaba mi hija, les puedo asegurar que la memoria histórica me falla, no lo recuerdo y que no me preocupe que no la traumatizó.
Con mi hijo aún hay cosas pendientes, lo sé porque por fin ha hablado, su voz se ha alzado y me ha dicho basta. Le pido perdón y le doy las gracias. Si pudiera retroceder en el tiempo, puede que algunos momentos los hubiera afrontado de otra manera, desde lo vivido y si aún nos queda conciencia, pero no en el sentido moral, que también cuenta, como decía desde lo vivido y en la distancia todo se ve con otra mirada, desde otra perspectiva, porque cuando tomamos distancia de las cosas nos convertimos en observadores, y ponemos las cosas en su lugar, si hay que pedir perdón, se pide, si hay que cambiar de actitud, se cambia, pero lo que si tengo claro, es que no lo hice con mala intención, aunque a veces él así lo haya vivido.
Ahora en el momento presente veo como cada uno de ellos va caminando por el sendero de la vida, les acompaño en la distancia, espero haberles acompañado a lo largo de su vida para que caminen con confianza y dando lo mejor de ellos mismos. A pesar del torbellino que estamos viviendo actualmente, se que están ilusionados y quiero decirles desde aquí que no pierdan la esperanza, “porque no es un sueño, se crea con entrega y trabajo, veleros de una vida que hay que ir conquistando”. Es una estrofa de una canción que escribí hace tiempo que se llama: “Al sol de la tarde”
Que quiero yo como madre para ellos, lo mejor, seguridad, ilusión por todo lo que hagan en su vida, amigos se que tienen porque los conozco, la familia. Son personas con corazón, me lo han demostrado en más de una ocasión, ayudando incluso a personas desconocidas que estaban en un apuro»
62 años y fue madre a los 31 y a los 33