ENFADO
Esta semana volvemos recorriendo y observando nuestras emociones, en este caso con la emoción del enfado o la ira. ¿Cuántas veces al día observas como la ira se apodera de ti? ¿Cómo asoma en tu expresión facial el enfado? ¿Cómo tienes que hacer uso del autocontrol para no desbordar lo que te impulsa hacer esta emoción?
¿Qué significado alberga la ira o el enfado? Esta emoción nos está informando que alguna meta está siendo amenazada y activa la autoprotección y la defensa. Y que es mejor para la protección que un ataque, pero qué ocurre cuando ese “ataque” nos ocasiona consecuencias negativas. Por poner un ejemplo, es lógico que nos enfademos con nuestro jefe o jefa cuando nos pide más de lo que podemos dar, pero ¿es recomendable dejarnos llevar por la acción y por lo que deseamos hacer? En ese momento nuestro cerebro realiza rápidamente un ejercicio de “Qué pasaría si…” y posiblemente si nos dejáramos llevar por “la mejor defensa es un buen ataque” acabaríamos en las colas del paro.
Con esto no queremos decir, que siempre tengamos que reprimir nuestro enfado pero es recomendable hacer un ejercicio de percepción de nuestra emoción y de autocontrol. Y por supuesto, las emociones no hay que reprimirlas pero podemos trabajar con ellas posteriormente aceptando la situación que las produjo y las sensaciones físicas que nos generan y teniendo en cuenta que la percepción e interpretación que nos lleva a tener emociones es siempre subjetiva.
Si nos detenemos y observamos lo que nos produce el enfado, notaremos que nuestra temperatura aumenta, que el pensamiento se centra en el hecho que nos ha enfadado, sentimos una energía desbordante, nuestra respiración se acelera.
Lo más beneficioso en estas situaciones es reconducir toda la energía que nos proporcionan estas emociones hacía un objetivo que queremos conseguir, sin resistirnos a ellas, ni usar esta energía para ir en contra de los demás.
Para ello podemos realizar un ejercicio cuando nos enfademos prestando atención a las tensiones que se producen en nuestro cuerpo y dónde se concentran, observándolas. Respiramos profundamente y observamos que tenemos más energía, estamos más atentos y despiertos. Y posteriormente podemos pensar en la situación que me ha hecho enfadar y respirando profundamente en todo el proceso, nos preguntamos ¿qué quiero hacer? sopesando también las consecuencias.
La gestión emocional requiere un entrenamiento y cuanto más entrenemos más notaremos los beneficios y el avance del aprendizaje. Os animamos a que entrenéis vuestra mente y emociones.